Fontanarrosa, negro y canalla
Hoy el negro nos dejó. A puertas del partido Chile-Argentina que quizás el hubiese visto con particular entusiasmo. Pase lo que pase en ese partido el mundo del comic, del futbol, de la literatura y del humor perdieron por goleada.
El siguiente homenaje nació de los dedos de mi amigo Claudio Nuñez, y lo cedió a este blog.
Fontanarrosa, negro y canalla
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro"
Roberto Fontanarrosa
Era el año '91, bueno, no estoy seguro del año, pero si se que era verano, porque me compré la revista con unos pesos que me dieron en la casa por ayudar en alguna cosa… era un Fierro que estaba bien arrugada pero el único ejemplar de esa revista que había visto en mi vida y que mas tarde supe era una de las revistas argentinas más importantes en la difusión del noveno arte en Argentina.
Me llamó especialmente la atención una historieta que se llamaba Semblanzas Deportivas… donde un periodista viejo contaba la historia de dos tipos que cada vez que se juntaban a jugar a la pelota en las ligas de viejos craks se agarraban a combos… explicando porque ellos se odiaban desde antes, por un problema de negocios. Otro decía que no, que era por una mina que se habían quitado mutuamente cuando eran mas jóvenes. Otro mas explicaba que el asunto venía de antes, que era porque en el colegio habían tenido problemas con una prueba. Pero no era nada de eso, era desde que tenían seis o siete, cuando corrían a pata pelada en las pichangas de barrio… y ahí uno entendía que era la pasión por el fútbol la que encendía sus iras cada vez que se encontraban. Y uno pensaba, que raro era eso… fútbol y cómics, una mezcla extraña pero que funcionaba perfectamente. El punto es que Fontanarrosa lo llevaba haciendo desde hacía su buen rato, desde Rosario, su ciudad natal, donde se había hecho fanático de Hora Cero, la revista que fundara y dirigiera Germán Oesterheld. Publica su primer chiste muy en la onda derivada del mayo francés en 1968, donde un policía enseña la luma manchada de sangre mientras dice "no hay ninguna duda, eran comunistas".
A esas alturas ya era conocido como el "negro" y habìa tomado una de las opciones que todo rosarino enfrenta en su vida… ser de Newells o de Rosario Central, ser Leproso o ser canalla, donde el se decantò por la segunda opciòn, tal vez influenciado por ese gol de Poy en la històrica final que ambos cuadros disputaron en 1971.
Yo me lo seguí topando y comprendí que el tipo era un monstruo, era el autor de Boogie el Aceitoso, un matón que decía que lo único que sentía algo cuando mataba a alguien era el culatazo; era el creador de Inodoro Pereira, el gaucho que se resiste a dejar la pampa y va envejeciendo junto a su perro Mendieta, un cristiano que le vendió el alma al diablo. El humor de Fontanarrosa se vio reflejado en esas historias a cuadritos, pero además en sus encarnaciones diarias en diario Clarín, donde desde hacía un tiempo solo daba la frase y otros hacían los dibujos, ya que una enfermedad degenerativa lo iba dejando postrado poco a poco.
Pero además están los cuentos, y es allí donde se ve reflejada toda el talento de Fontanarrosa, que junto a Soriano, son las dos plumas argentinas que mejor supieron capturar ese encanto secreto que el deporte rey tiene para los argentinos. Allí le dio un lugar privilegiado al habla popular, la hizo protagonista de cada uno de sus cuentos futboleros. La historia de un grupo de fanáticos que lleva a un hincha enfermo del corazón a una final de campeonato, a pesar del riesgo vital que ello significa, pues el tipo nunca ha visto perder a su equipo, hecho que tiene infaustas consecuencias para toso ( 19 de Diciembre 1971); o la desquiciada historia de unos relatores radiales que no dejan de llevar un partido a los radioescuchas, a pesar de haber comenzado la Tercera Guerra Mundial (Que lastima Catamarancio); la historia de ese gigantón que era Wilmar Everton Cardaña, y su deseo de ir a ver a un niño enfermo después de haber perdido un partido muy importante y que resultaba ser hincha furioso de su equipo; los sueños de un niño que juega en el patio de su casa y que enfrenta la barrera en el tiro definido del partido (La barrera); los recuerdos de un viejo jugador de fútbol que en sus estadísticas recuerda miles y miles de goles y que se sintió desplazado por la llegada de los flippers (Memorias de un wing derecho); sus novelas Area 18 y Best Seller, que se desarrollan en el país de Congodia, donde toda la sociedad gira en torno al fútbol. Es cierto, escribiò cuentos con otras temáticas, pero estos son los que recuerdo ahora, y puedo decir, que yo me cagué de la risa con tus libros Negro…